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Presentación del P. Silverio Velasco B. LA ESCRITURA, TESTIMONIO DIVINO Y HUMANO DE LA REVELACIÓN Entre todos libros, la Sagrada Escritura goza de un privilegio especial por tres motivos: a) Origen divino sobrenatural: Tiene a Dios por autor, pues ha sido escrita “bajo la inspiración del Espíritu Santo”.
b) Contenido: Posee la más alta revelación hecha por Dios a los hombres. c) Finalidad: Llevar a los hombres hacia la plenitud de la perfección. Estos tres temas serán la base de tres capítulos, que estudiaremos, siguiendo el esquema del Catecismo de la Iglesia. Comenzaremos con un primer capítulo sobre los principales textos de la tradición y del Magisterio sobre la inspiración bíblica.
CAPÍTULO I LOS DATOS BÍBLICOS, DE TRADICIÓN Y DE MAGISTERIO Hay un texto fundamental en el Conc. Vaticano II (DV 11), donde se expone: a) La afirmación taxativa de la inspiración de los libros sagrados en su relación con la economía general de la Revelación.
b) La declaración solemne sobre la sacralidad y canonicidad de todos libros inspirados, con todas sus partes: “Escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y en cuanto tales han sido entregados a la Iglesia” c) Delinea el misterio de la participación del autor inspirado en la tarea divina de la composición de los libros sagrados. Tanto Dios como los hagiógrafos son verdaderos autores.
El texto de la Dei Verbum constituye una síntesis de reflexión teológica-bíblica, enriquecida a lo largo de los siglos, con los Padres y el Magisterio de la Iglesia. 1. Testimonios del Antiguo Testamento Desde época muy remota aparece en la tradición bíblica la conciencia de poseer libros y textos sagrados.
Estos libros y textos se atribuyen a hombres privilegiados, como Moisés y los profetas, que habían recibido revelaciones divinas y habían pronunciado oráculos bajo el impulso del “espíritu de Jahvé”. En el Ant. Testamento no existe una doctrina elaborada sobre la inspiración de los libros sagrados, pero están vinculados al proceso vital de las manifestaciones de Dios a Israel, de modo que tienen grandes prerrogativas.
Hacia el siglo V a. C se constituye la Torah; pero ya antes se considera un conjunto de tradiciones orales y escritas como revelación proveniente del mismo Dios. Momentos decisivos de esta toma de conciencia fueron: la alianza sinaítica (Exodo), la reforma del rey Josías, y cuando, en tiempos de Esdras y Nehemías, el libro de la ley de Moisés fue leído en presencia de todo el pueblo (Nehemías).
El Deuteronomio recuerda que Moisés mandó colocar la ley escrita dentro del arca de la alianza para que periódicamente se leyera al pueblo de Israel. La Torah, como ley codificada de la revelación divina, era intangible (cf Dt 4, 2; 13, 1). Nehemías (ca. 450) hizo un gran esfuerzo para recuperar los libros perdidos en los años del exilio. Fundó una biblioteca en Jerusalén.
Se trataba de “los libros referentes a los reyes y a los profetas”: la “historia deuteronimista” y los profetas escritores. Judas Macabeo, hacia el año 150, “reunió todos libros dispersos a causa de la guerra” (2 Mac 2, 14). La torah en aquellos tiempos era tenida por “palabra de Dios”. Algo parecido pasaba con los profetas escritores.
Los profetas pronunciaban con autoridad sus oráculos, como “hombres de Dios”. Esos oráculos fueron recibidos por la tradición judía como “palabra de Dios dirigida a. . . ” Oseas, Jeremías, Miqueas, Joel, Sofonías, Isaías, etc. Estos profetas, junto a la torah, formaba la “Palabra de Dios”, que debía regular la vida del pueblo de Israel.
Los demás libros (los Ketubim), hacia finales del siglo II a. C, comienzan a ser nombrados junto a la Torah y los profetas, con la misma autoridad que los antiguos escritos. 2. La tradición judía Los escritores judíos de los primeros siglos de nuestra era se hacen eco de la procedencia divina de los escritos bíblicos.
Así Filón, del tiempo de Jesucristo, los atribuye directamente a Dios. Flavio Josefo (a fines del siglo I) habla de los profetas que narraron los antiguos hechos por “inspiración divina”. La tradición rabínica, a partir del siglo II d. C, reconoce a Dios como autor de los textos bíblicos. En estos escritores judíos parece que el concepto de inspiración es como si Dios dictase palabra por palabra al profeta lo que debía escribir de forma estática.
Presentación del P. Silverio Velasco EXTRACTADO de la “Introducción General a la Biblia” del P. Miguel Angel Tábet
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