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El pueblo de Dios es un pueblo peregrino que camina hacia la verdadera Pascua eterna.
Esperamos encontrarnos con Cristo resucitado gozoso y radiante.
Caminar dignamente la Cuaresma no es fácil; pero Jesús camina con nosotros, nos acompaña.
Escuchando tu llamada emprendemos el camino, Automático
que conduce hacia la Pascua de tu Hijo Jesucristo.
Cruzaremos el desierto de tu mano conducidos,
hasta hallar la nueva tierra que Tu nos has prometido.
Vas con nosotros, Señor, en el camino,
anidando la esperanza de tu pueblo peregrino.
Vas con nosotros, Señor,
Hacer CLICK
El antiguo pueblo de Israel caminó 40 años por el desierto para llegar a la “tierra prometida”.
Jesús también quiso prepararse para el comienzo de su predicación con 40 días en el desierto.
Nosotros tenemos ahora 40 días “penitenciales” para llegar más limpios a la meta, que es Jesucristo.
Caminar hacia Jesús es sintonizar con El, es pensar como El, es vivir con El y como El.
El evangelio de este día es de san Marcos. Habla de Jesús en el desierto de una manera muy breve, pasando ya a sus primeros mensajes. Mc 1, 12 -15
"Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio. " Este es el primer mensaje de Jesús según san Marcos. Cumplirlo será vivir plenamente la Cuaresma.
Es necesaria la conversión porque ha llegado el Reino de Dios. Y con el Reino, la salvación. Si Dios viene a nosotros, hay que acogerle para participar en la Buena Nueva. Por eso hay que convertirse. Todos lo necesitamos.
La primera conversión es creerse pecador. Lo contrario sería una tentación, que no nos dejaría cambiar hacia Dios. Convertirse es volverse hacia Dios de una manera incondicional, es cambiar la mentalidad para poder cambiar el camino, el rumbo de la vida.
Convertirse es cambiar, porque muchas veces estamos demasiado metidos en lo material. Por eso la conversión normalmente requiere penitencia. Sobre todo si hay pecados, para dirigirnos según los caminos de Dios. La penitencia, más que prácticas, es sobre todo un espíritu
La parte positiva, de la penitencia y de la conversión, se puede reducir al consejo de Jesús: “Creed en el Evangelio”. “Creer” significa aquí: poner el acento, la ilusión, la confianza, el valor. Para muchos el valor principal está en el dinero o la fama o el bienestar o el poder o la eficacia material.
Creer en el Evangelio es poner el valor principal en el Reino de Dios. Es el orientar la vida según el Reino de Dios, que es sobre todo amor.
Por eso un deseo en estos días debe ser el estar atentos a la palabra de Dios, según nos lo va explicando la Iglesia. No se trata sólo de renunciar al pecado, sino de orientar nuestra vida según los criterios del evangelio. Criterios que serán diferentes de lo que nos da el ambiente mundano con sus hábitos de vida cómoda y egoísta.
Para buscar plenamente el Reino de Dios está claro que debemos apartarnos de alguna manera de las cosas del mundo. Eso es lo que significa “Ir al Desierto”. Como fue Jesús. El desierto no es solamente un terreno geográfico, sino que es sobre todo una realidad de retiro.
Es tan importante el poderse retirar para estar a solas con Dios que “el Espíritu empujó a Jesús al desierto”. También en la Cuaresma, el Señor nos llama a un retiro, al “desierto”.
Nos has llamado al desierto, Automático
Y está el corazón abierto a la luz de tu verdad.
Subimos con esperanza la escalada cuaresmal;
El pueblo de Dios avanza hasta la cumbre pascual.
Tu pueblo, Señor, camina desde la aurora al ocaso,
A tu Pascua se encamina y te sigue paso a paso.
Se acerca, Señor, tu día en el que todo florece;
Con su luz y su alegría, ya el camino resplandece.
Nos has llamado el desierto,
Y está el corazón abierto a la luz de tu verdad.
Subimos con esperanza la escalada cuaresmal;
El pueblo de Dios avanza hasta la cumbre pascual. Hacer CLICK
En esa soledad Jesús quiso tener tentaciones del demonio, porque se hizo partícipe de nuestras debilidades humanas, menos del pecado.
San Marcos no nos cuenta la clase de tentaciones. Pero por otros pasajes sabemos que era sobre todo la tentación de aprovechar el poder y la gloria para la predicación, el triunfo fácil, el evitar el esfuerzo y sacrificio.
Necesitamos preguntarnos: ¿Qué quiere Dios de nuestra vida? Hay que ver con claridad. Para ello necesitamos humildad, saber contradecir los orgullos, las codicias, las ambiciones. De ello suelen ser las tentaciones.
Jesús nos enseñó a vencer la tentación por medio de la oración. La Cuaresma debe ser un tiempo de más oración.
Y especialmente la que nos enseñó Jesús en el Padrenuestro: “No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. ”
Y no nos dejes caer en la tentación. Automático
Mas líbranos del mal.
Que María nos ayude a conseguir el bien. AMÉN
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