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El domingo pasado veíamos cómo Dios nos llama siempre a crecer en el espíritu y quizá hasta ser portadores de los mensajes de Dios, como llamó a los primeros discípulos y como llamó al niño Samuel.
Hoy continúa el tema de la llamada con la llamada, de una manera definitiva, a los 4 primeros apóstoles: dos parejas de hermanos.
Y como Jesús les va a llamar para ser portadores de sus mensajes, hoy nos presenta el evangelio los primeros mensajes de Jesús. Dice así el evangelio que, por estar en el ciclo B, es según san Marcos: Mc 1, 14 -20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: "Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio. " Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando las redes en el lago. Jesús les dijo: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. " Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Entre los mensajes de Jesús, nos va a decir el tema o temas concretos de sus primeras predicaciones. Pero antes nos habla de un tema no determinado, pero determinante. Y es que Jesús comienza a “proclamar el Evangelio de Dios”. Evangelio significa “Buena Noticia”. En medio de tantas malas noticias del periódico y la televisión, está la buena noticia, el Evangelio.
La buena noticia que Jesús nos va a dar durante toda su vida es que Dios nos ama. Y de tal manera, que le podemos y debemos llamar “Padre”, o “Papaíto”, como Jesús le llamaba. Todos somos hijos de Dios y todos somos hermanos. He aquí la gran noticia, el Evangelio de Dios.
El hecho de que esto se cumpla, es estar en el Reino de Dios. Su Reino es un reino de paz y de amor. San Juan Bautista había predicado que ese Reino de Dios ya estaba cerca: un Reino que es nuestra salvación. Por eso decía que había que preparar los caminos al Señor.
Se acerca el Reino de Dios, ya se acerca el Reino de Dios. Automático
Se acerca la salvación, ya se acerca la salvación.
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Pero Jesús comienza a predicar y nos dice: “Se ha cumplido el plazo”. Es decir: Ya no es tiempo de preparación sino de realidad: El Reino de Dios ya viene” Y en otros lugares nos dirá que ya está entre nosotros ese Reino de Dios.
Claro que siempre será tiempo de preparación, porque el Reino de Dios, que está sobre todo dentro de nosotros, nunca será pleno en esta vida, sino siempre será en continuo progreso. Pero no es todo plena preparación, porque ya estamos, o podemos estar, en el Reino de Dios.
Entonces ¿qué debemos hacer? Dos cosas nos dice hoy Jesús: “Convertíos y creed en el Evangelio”. Hay una parte negativa: quitar el mal; pero hay una positiva: Creer en la Buena Noticia.
Sobre la conversión ya había hablado san Juan Bautista; pero parece proponer unos motivos un poco terribles, que pueden incitar al miedo. Jesús suaviza un poco, pues la conversión es para estar en el Reino de Dios; Reino que es de paz y de amor. Claro que se debe sentir la culpabilidad, pero es para buscar la vida nueva.
La conversión en Jesús significa un cambio interior. Se trata de dejar que lo material sea el centro, para que sin dejar lo material predomine el espíritu. Hay que ser valientes para hacer ese cambio. Se trata de un cambio del corazón que va unido al cambio de mentalidad, que es por donde debe comenzar.
Este cambio no es para disminuir nuestra personalidad, sino para ir consiguiendo la verdadera felicidad. Si no fuera así, no sería una buena noticia. El cambio es para experimentar que somos hijos de Dios y que todos somos hermanos. Este es el Evangelio: es decir al otro no sólo amigo sino “hermano” y actuar en consecuencia.
Evangelio es decir amigo, es decir hermano. Automático
Evangelio es darte mi tiempo, es darte mi mano.
es reír contigo.
Es compartir tu pena, es llevarte a Cristo. Hacer CLICK
Esta es la Buena Noticia: que Dios nos quiere de verdad y que nosotros nos debemos querer también de verdad. Y para dar esa buena noticia, que no es fácil, quería escoger ayudantes. Claro, la noticia parece muy bonita: “todos somos hermanos”. Pero actuar como verdaderos hermanos ya es otra cosa.
En verdad que actuar como verdaderos hermanos es difícil. Porque hay hermanos que ni se quieren y se pelean. Para publicar esta buena noticia, el evangelio de hoy nos presenta a Jesús eligiendo a los 4 primeros: dos ya eran hermanos de sangre. Los cuatro formarían la primera célula del colegio apostólico.
Jesús ya les había tratado en particular. Primero a Juan evangelista y Andrés, que eran discípulos de Juan Bautista, como vimos el domingo pasado. Luego a Pedro, llevado por Andrés, y a Santiago, llevado por Juan. Habían sido días “de tanteo”. Ahora se trataba de una llamada más en serio.
Primero llama a Pedro y Andrés, que eran hermanos, y después a Juan y Santiago, que eran también hermanos. Los cuatro eran pescadores en aquel lago de Galilea.
En la orilla del lago vive Andrés, vive Juan. Automático
Viven con sus hermanos, saben que él cerca está.
Quieren ver de cerca al Señor, van a oír muy pronto su voz:
Venid, veréis, mirad la mies y el trigal.
Proclamad y anunciad que el Reino está cerca,
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Jesús sigue llamando hoy. Y sigue llamando a personas que quieran predicar la conversión y quieran predicar el Reino de Dios, que es de paz y de amor. Hoy se conoce mejor el mundo y se constata cuánta conversión se necesita.
Por eso busca personas, hombres y mujeres, que quieran comprometerse en esta conversión. Personas que quieran ser amigos de Jesús, ayudando a los necesitados, a los que sufren y proclamando “el año de gracia del Señor”, el tiempo de salvación.
Para anunciar la Buena Noticia, primero hay que creer en ella. No se trata de los sacrificios antiguos o poner todo el interés en los ritos externos. Se trata de ser amigos de Jesús e imitarle en sus sentimientos de misericordia. ¿Qué responderemos?
Hoy es un día para decirle a Jesús que estamos dispuestos a seguirle, para que Dios no sea sólo nuestro salvador, sino el de muchos más en el mundo.
El Señor va llamando, viene hoy a mi hogar. Automático
Soy también su invitado, su amistad es mi paz.
Su amistad me trae la paz, su mensaje es la hermandad.
Es mi pastor, aleluya.
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A veces sabemos que Dios nos va llamando y queremos como escondernos para no seguir escuchando a Dios. Es lo que le pasó a Jonás. Al final tuvo que reconocer la bondad y misericordia de Dios. Es una historia muy bonita, de la que nos da un resumen la primera lectura: Jonás 3, 1 -5. 10
En aquellos días, vino la palabra del Señor sobre Jonás: "Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo. " Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: "¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!" Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños. Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
La Sagrada Escritura pone a aquella ciudad como un símbolo de conversión ejemplar para el pueblo de Israel. El plazo de 40 días era un plazo de gracia. Los ninivitas supieron aprovechar aquel plazo de misericordia y se convirtieron. Todos hicieron penitencia por su mala conducta. y Dios les perdonó.
A Jonás le gustaba más que Dios emplease la justicia y castigase a los pecadores. Pero Dios no es así. Jonás no comprendía que Dios actuase con misericordia. Le costó aprenderlo; pero al final tuvo que admitir que la grandeza está en perdonar y actuar con misericordia.
Jesús llamó a los apóstoles. Tuvo que enseñarles mucho y sobre todo convivir en amistad íntima y profunda. Jesús les enseñaba muchas cosas a ellos en particular, después de haber enseñado a la gente.
Pero lo importante era la vivencia de amistad. Así igualmente entre nosotros, para ser apóstol, es importante que aprendamos muchas cosas en la religión; pero mucho más importante es la vivencia de la fe: la oración, el trato personal con Dios y la vivencia de amistad con los hermanos.
No sólo Jesús llamaba a los que respondían que sí. A veces en el evangelio encontramos personas a quienes Jesús llama para el apostolado, que quizá les asusta y quieren dar largas. Les pasa hoy a muchos cristianos: mañana diré que sí “para lo mismo responder mañana”.
Hoy san Pablo en la segunda lectura nos dice que “el tiempo es apremiante”. No se trata de despreciar lo humano y material, sino de poner en orden lo principal que es la salvación eterna. Y esto urge. Dice así san Pablo: 1 Corintios 7, 29 -31
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.
Terminamos notando dos dificultades o excusas que a veces ponen algunos a las llamadas de Dios. Una es que algunos piensan que para un puesto de apostolado, como el ser sacerdote o aun catequista, no sirven. Pensemos que aquellos apóstoles eran pescadores, gente normal.
Aquellos a quienes llama Jesús para ser apóstoles no se destacan por su formación ni por su cultura o talentos naturales. Ni siquiera destacan por la santidad de su vida. Tenían sus disputas e intereses materiales hasta que se iban moldeando con Jesús.
Otra dificultad es que, al pensar en la llamada de Dios, uno piensa en algo externo y especial: Un momento trascendental en la vida en que se diga sí o no. El sí debe ser algo continuo que debemos dar a Dios, nos llame para algo grande o no. Cada día debemos dar un sí a Dios, en toda ocasión, paso a paso.
Hay que dar un sí cada día, Automático
en toda ocasión, paso a paso.
Hay que dar un sí en las dudas,
en toda ocasión, paso a paso.
Abriremos nuevos caminos
paso a paso diremos que sí al Señor.
Cada día diremos que sí,
Siempre “sí” cada día, como María al Señor. AMÉN